martes, 10 de febrero de 2009

Unidos a Marité

San Agustín en su sermón con motivo de la muerte de su madre, Mónica, nos deja una serie de pensamientos consoladores y llenos de esperanza en la resurrección. En las Confesiones, refiere muchos momentos de confidencias con ella, que avizoraba una muerte próxima. Dice:
"Tú sabes, Señor, que cuando hablábamos aquel día de estas cosas..., ella dijo:
‘Hijo, por lo que a mí respecta, ya nada me deleita en esta vida.
Qué es lo que hago aquí, y por qué estoy aún aquí, lo ignoro, pues no espero ya nada de este mundo. Una sola cosa me hacía desear que mi vida se prolonga­ra por algún tiempo: el deseo de verte cristiano católico, antes de morir. Dios me lo ha concedido con creces, ya que te veo convertido en uno de sus siervos, habiendo renunciado a la felicidad terrena. ¿Qué hago ya en este mundo?’
No recuerdo muy bien lo que le respondí, pero al cabo de cinco días o poco más cayó en cama con fiebre. Y, estando así enferma, un día sufrió un colapso y perdió el sentido por un tiempo. Nosotros acudimos corriendo, mas pronto recobró el conocimiento, nos miró a mí y a mi hermano allí presentes, y nos dijo en tono de interrogación: ‘¿Dónde estaba?’
Después, viendo que estábamos aturdidos por la tris­teza, nos dijo: ‘Enterrad aquí a vuestra madre...


Y es en su sermón cuando recuerda algunas de sus palabras sobre el morir y el más allá de la muerte:

"La muerte no es nada.
Sólo es que he pasado a la habitación de al lado.
Yo sigo siendo yo.
Y vosotros sois vosotros mismos.
Lo que somos los unos para los otros, lo seguimos siendo.
Dadme el nombre que siempre me habéis dado.
Hablad de mi como siempre lo habéis hecho.
No uséis un tono diferente.
No toméis un aire solemne y triste.
Seguid riendo de lo que os hacía reir juntos
Rezad, sonreid.
Pensad en mi, rogad por mi.
Que mi nombre sea pronunciado como siempre lo ha sido:
Sin énfasis de ninguna clase, sin señal de sombra.
La vida es lo que siempre ha sido.
El hilo no está cortado.
¿Por qué habría de estar yo fuera de vuestra mente?
¿Simplemente porque yo estoy fuera de vuestra vista?
Os espero.
No estoy lejos, sólo al otro lado del camino.
¿Veis? Todo está bien".

San Agustín, Obispo de Hipona, s. V.

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