Hablamos de ti, constantemente, Dios.
Yo hasta predico sobre ti.
Y les digo a los demás quién eres,
lo bueno que eres,
lo mucho que nos amas.
Hoy, aquí, en el grupo,
agradezco tu presencia fiel, persistente, gozosa,
en mi vida,
en las personas,
en la reunión,
en la Iglesia.
Pero te ruego que seas Tú
quien hable,
que seas Tú
quien me diga quien soy,
quienes son los demás
y cuál es el modo más sencillo de encontrarte.
Necesito -necesitamos- facilidades.
Gracias, Señor.
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