domingo, 25 de enero de 2009

Ponencia en Santiago




Luis Miguel Herrero, presentou onte, sábado, unha ponencia no III Congreso de Profesores de Relixión de Galicia, baixo o epígrafe:

"O PROFESOR DE RELIXIÓN CATÓLICA: IDENTIDADE EDUCATIVA E ECLESIAL"

Para estar informados

Hemos colocado en la columna de la derecha un noticiero de ACIPRENSA que da en tiempo real las noticias más relevantes del ámbito eclesial.
Luis Miguel

viernes, 23 de enero de 2009

La cruz: ¿que hacemos con ella?

¿Qué hacer con la cruz? Las viñetas que Carmen nos hizo llegar dan mucho que pensar. La cruz puede abrir salidas inesperadas e insólitas... Sólo pensamos en recortarla, pero...
Publica tu comentario, si te parece...











jueves, 22 de enero de 2009

Angelines ha entrado en el Blog

Hola a todos,
Estoy muy contenta de estar en este grupo tan estupendo que dirige Andrés, donde estoy aprendiendo contínuamente tanto por lo que se dice como por vuestro ejemplo.
Un abrazo con mucho cariño para todos,
Angelines

"Dios a la vista" , artículo del teólogo Olegario González de Cardedal

El presente artículo fue "TERCERA" del ABC del domingo día 18 de enero de 2009. Al final os incluyo un pequeño cuestionario para compartir en oración.
DIOS A LA VISTA(ABC, Domingo, 18-01-09)
Olegario González de Cardedal
ESTE título no está tomado de esos anuncios que ahora ruedan en autobuses por las ciudades. Le pertenece a Ortega y Gasset, quien en un artículo de 1926 bajo ese marbete escribía lo siguiente: «Hay épocas de odium Dei, de gran fuga lejos de lo divino, en que esta enorme montaña de Dios llega casi a desaparecer del horizonte. Pero al cabo vienen sazones en que súbitamente, con la gracia intacta de una costa virgen, emerge a sotavento el acantilado de la divinidad. La hora es de este linaje, y procede gritar desde la cofa: ¡Dios a la vista!».
¿Qué ha ocurrido en la conciencia europea para que tras años de silencio social sobre Dios, ahora aparezca esa extraña proclamación, que expresada como rechazo no se atreve a la negación absoluta y deja su existencia en probabilidad? Esa palabra primordial «Dios» todos la proclamamos en consentimiento o en rechazo. Ella nos precede y nos comprendemos a nosotros mismos como finitos a la luz del Infinito, como mortales a la luz del Inmortal, como creados a la luz del Creador. ¿Qué es más sensato: acogerse como frutos de un amor preveniente o como arrojados por un destino ciego? ¿Es posible que nuestra razón y corazón procedan de algo sin-razón y sin-corazón?
De Dios ni podemos callar ni sabemos hablar. Sólo podemos hablar de Él haciéndonos eco y siendo altavoces de su propia palabra acogida pecho a tierra, como revelación de su amor y en respuesta de nuestro amor. Quien se la apropia o la blande como arma frente al prójimo, está profanando a Dios y ofendiendo a su prójimo. ¿Quién se atrevería a decir que conoce a Dios, que lo puede retener por propia mano, o ponerlo a su servicio? Él es una presencia real pero elusiva, personal pero sustraída. No es posesión de nadie y es soberana sobre todos. Sólo descalzos y de rodillas, los oídos abiertos y los ojos cerrados, en acogimiento de uno mismo y en recogimiento de la dispersión exterior, podemos percibirle. No en el terremoto, ni en el viento, ni en el fuego exterior sino en la brisa tenue está Él. Así se dio a sentir a Elías camino del Horeb y a Moisés desde el Sinaí en la hendidura de la peña, viéndole por la espalda mientras se alejaba. Pero ese silbo amoroso, que ha rozado nuestras pupilas interiores ya nunca podremos olvidarlo, aun cuando azoten los vientos del Norte.
De Dios sólo se puede hablar con amor y temblor desde dentro de la verdad de la existencia, desde el estremecimiento de quien se sabe lejos de la propia dignidad humana y más lejos todavía lejos de la santidad divina. Sólo se puede hablar de Él con una razón que nace de la vida y del servicio incondicional al prójimo. A ese Dios podemos reconocerle en las huellas que han dejado en nuestro mundo sus testigos cualificados: profetas, místicos, poetas altavoces suyos en la cotidianidad, servidores de pobres y enfermos, santas voces de una eternidad que es inherente a nuestra finitud, de un Misterio, que es ya presencia a nuestra soledad, y al que podemos abrirnos porque previamente Él se ha abierto a nosotros. Aceptación de nuestra individualidad y adentramiento en nuestra soledad son condiciones para conocer a Dios. Sólo quien se conoce a sí mismo puede reconocer a Dios y sólo quien ama a su prójimo puede columbrar a Dios.
No se puede hacer comercio, propaganda o ideología con este santo nombre. Sólo podemos manuducir el prójimo hasta Dios con la verdad de la existencia, la dignidad de la justicia y la fortaleza de la esperanza. Tenemos que darle palabra y razón de Él pero no demostrar y nunca imponer. Estando en la verdad ante Él y desde Él enhiestos y libres para todo a la vez que solidarios de todo y servidores de todos, gozosos y esperanzados, los creyentes serán verdaderos y hablarán bien de Dios. Preocupados por todo lo bello, noble y justo, a la vez que serenamente despreocupados y abiertos a la gloria del mundo y a la belleza de las cosas, que es alimento natural del hombre y suprema flor de la realidad.
El creyente se sabe agraciado con la luz de la fe. Ella no es una conquista suya sino un don de Dios al que ya no puede renunciar porque equivaldría a renunciar a la luz con la que ve un mundo nuevo. Agraciado y humillado por la propia fe, de la que debe gozarse pero nunca vanagloriarse, se asombra cada día de sí mismo, de que al despertar siga existiendo y creyendo. Tanto la vida como la fe son una diaria sorpresa, que el bien nacido agradece a Dios y comunica a los demás. Lo que le causa asombro al creyente no es la increencia del prójimo sino su propia fe, porque sabe que es puro don de Dios. Nada más contradictorio con ella que despreciar o acusar a quien no la tiene: esto revelaría que quien lo hace no sabe lo que es el admirable don de creer; que ha confundido lo que es gracia con lo que es un vulgar producto que se compra, una idea que se fabrica o una mera herencia que se recibe.
Cuando las cosas sagradas de la vida humana son tratadas mal y maltratadas, terminan volviéndose contra el hombre y degradándole. La trivialización maligna conduce al olvido de lo esencial, a la pérdida del respeto a lo sagrado, al encubrimiento de los límites de la vida humana, a la anulación de la diferencia entre el bien y el mal. ¡Mortal es ya el hecho histórico de que creyentes e increyentes se lancen la palabra «Dios» a la cara cuando tenía que ser pronunciada por los creyentes con veneración y asombro, mientras que los no creyentes deberían respetarla por ser sagrada a sus semejantes! Cuando esa realidad que debería aparecer como alma vivificadora para todos, se convierte en arma de acoso, entonces algo esencial se ha pervertido en la convivencia. ¡Y todos los que colaboremos a esa pugna seremos culpables de lesa divinidad y de lesa humanidad!
Kierkegaard decía que al hombre que encuentra a Dios en su vida, le ocurre como al beduino en el desierto que, cavando dentro de su tienda, descubre una fuente. De ella recoge el agua y se la ofrece a su prójimo para saciar la sed: nunca se la arroja contra el rostro. Cada hombre tiene que cavar en la tienda de su propia interioridad para allí encontrar a Dios. El creyente le ofrecerá a su prójimo como agua viva. El no creyente no debe equivocarse: la realidad de Dios es una gracia posible también para él y no depende de cómo sean los propios creyentes. Cada uno somos un absoluto ante Dios y ante Él tenemos que responder con el nombre con el que previamente Él nos llama a cada uno. Dios es el primer bien común de la humanidad. Porque Él es uno creándonos, somos nosotros unos como hombres. Su paternidad creadora es el fundamento de nuestra fraternidad indestructible.
A la luz de lo anterior el lector se preguntará: ¿son los autobuses públicos lugar apto para el uso acusativo o defensivo del santo nombre de Dios? (No pregunto si es legítimo en pura lógica de mercado sino si es fermento de concordia o de discordia en una democracia humana). No parece. Las empresas públicas, ¿pueden prestarse a tales usos ideológicos, que siempre terminan ofendiendo a unos o a otros? No parece. Esta campaña nació en Inglaterra como reacción contra una presentación que hace a Dios fuente de miedo y amenaza al hombre con la condenación eterna. Y tenía razón en rebelarse contra ella y contra tal uso fatídico e inhumano de Dios, porque Él es la fuente primera de la vida y la raíz última de la felicidad. Dios es gratuito como lo son el amor y la luz, la belleza y las flores.
No puede ser utilizado como palanca que sirva de acelerador ni de freno para fines materiales de este mundo. Él es de otro orden: la luz que nos alumbra para que existamos en libertad; la lumbre que alumbra para que en gozosa responsabilidad crezcamos. No se puede hablar de Dios en vano, en falso, en profano. El creyente no hablará así nunca de Él.


DESPUES DE LA LECTURA PERSONAL Y ACOMPAÑADA. Pensar durante unos minutos -y escribir- antes de compartir:
1. Primeras impresiones. ¿Nos identificamos con la postura del autor? ¿Hacemos nuestras sus afirmaciones sobre Dios y la fe?
2. Para compartir en oración, dentro de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos:
• Alabar, bendecir el nombre de Dios y de Cristo, dar gracias porque se nos ha manifestado…
• Expresar nuestra debilidad, nuestra necesidad de una fe fuerte, firme, actual, testimonial, militante…
• Sentirnos miembros de una Iglesia que anuncia a Dios y a Jesucristo y su anuncio es también llamada ineludible a la conversión/renovación de si misma.
• (…)

lunes, 19 de enero de 2009

A CAMPAÑA DE PUBLICIDADE ATEA NOS AUTOBUSES


Os adelanto mi comentario sobre este tema en Pobo de Deus ("O til, 25/01/09) y en DUMIO (Suplemento de la diócesis de Mondoñedo-Ferrol, La Voz de Galicia, edición A Mariña luguesa, 29/01/09). Ya me daréis vuestra opinión.


A novidade e a sorpresa

A novidade reside en que algúns grupos de ateos militantes, primeiro no Reino Unido, despois en USA e agora en España, se asocian e organizan para funcionar como unha confesión relixiosa, incluso empregando como medios de sostemento as aportacións voluntarias dos seus “fieis” ateos.

A sorpresa consiste nos propios termos da mensaxe (“Probablemente Deus non existe. Non te preocupes. Goza da vida”), no soporte elixido, os autobuses, e na agresividade, en termos comerciais, da campaña.

El país, 16/01/2009

Toda campaña publicitaria ben programada, e esta o é, ten uns obxectivos e uns destinatarios preferentes. Dos obxectivos falaron abondo os promotores, revelando, en xeral, que están molestos coas mensaxes relixiosas difundidas publicamente e querendo, así, facerse socialmente presentes co seu ateísmo confesional. Dos destinatarios preferentes non falaron, pero está claro que a chamada a non agobiarse e gozar da vida terá mellor acollida na xente máis nova e, en xeral, en todos os que non teñen aínda definido o seu proxecto de vida.

Que os promotores da campaña estean molestos coa difusión pública de mensaxes e actividades relixiosas fai sospeitar que non teñen ben asumida a súa incredulidade. Cando unha persoa está á marxe de actividades ou intereses que non lle afectan, o normal é responder con indiferencia ante os reclamos procedentes de tales ámbitos. Atopámonos aquí cun ateísmo militante, a igrexa ateísta, que mostra a súa reacción fronte ao fenómeno relixioso. Desde unha posición de incredulidade o debuxante El Roto ironiza en El País co nacemento desta nova igrexa.

A mensaxe da campaña

Se deixamos a un lado a confesión de fe no ateísmo, os contidos da mensaxe son bastante impresentables, polo que expresan explicitamente e polo que dan por suposto. Negada “probablemente” a existencia de Deus (para non incorrer en dogmatismo expreso), faise unha invitación a eludir deberes ou responsabilidades: “non te preocupes” é a conclusión. Coma se, non habendo Deus, a persoa quedase liberada dun insoportable peso e de esixencias éticas. A convivencia coas outras persoas demanda respostas cando elas ou nós entramos en carencias de afecto, de saúde, de benestar, de traballo... Chamar a esquecer ou pasar de responsabilidades paréceme moi arriscado, educativa e humanamente falando. Incluso Xesús de Nazaret, que apelaba a vivir confiadamente en Deus, nos tiña advertido de que “cada día ten as súas angueiras” (Mt 6, 31-34).

O que a mensaxe supón é que a fe en Deus impón cargas insoportables e deberes ou responsabilidades que lle restan alegría ao vivir. Esta é unha mensaxe antiga, con raiceiras fondas no máis primitivo paganismo, recuperada no século XIX polo filósofo alemán Nietszche e favorecida en Europa e en España sobre todo por algúns artistas e poetas. Considero oportuno recomendar aquí a lectura de España entre cristianismo y paganismo, do teólogo Bueno de la Fuente, onde se desenvolve con finura e precisión esta tendencia cultural.

En moitas actitudes vitais -e non so dos máis novos- está estendida esta posición: “vive e deixa vivir”. A triste consecuencia da mesma é a insolidariedade respecto dos outros e a frivolidade respecto da vida propia. En ambos os dous casos, son modos de vivir que están facendo estrago nas persoas e causan moito sufrimento nas familias.

A resposta dos crentes

Os cristiáns, sen botar campás a repicar, debemos estar interiormente contentos de que o anuncio de Deus e de Xesucristo siga sendo un anuncio provocador e incluso molesto para quen desexa vivir sen responsabilidades. Nunha sociedade materializada e hedonista, o evanxeo é provocación, unha aguilloada que obriga a espertar e tomar posición. Nos ambientes onde se traman estas campañas acusan ao cristianismo de corromper a inocencia da natureza humana, destinada de seu a gozar da vida sen límites de ningunha clase. Entre o nubeiro de irresponsables e frívolos, os cristiáns perseveramos en apelar aos comportamentos humanos responsables e ofrecer unha felicidade e unha alegría que emanan do amor e da entrega aos carentes de bens, de cariño, de acollida.

Por iso, ante campañas coma esta, non debemos responder crispados nin alporizados -cousa que enchería de satisfacción aos promotores-, senón dispostos a seguir desafiando ao mundo co testemuño dunha fe que asenta a persoa na confianza en Deus, unha fe que libera e enche de sentido a vida; que nos abre os ollos para ver e defender os pequenos e indefensos e nos fai gozar da paradóxica felicidade das benaventuranzas de Cristo.

A.G.V.